En cierto sentido cabria decir que Manzur reinventa una estética surrealista y la mezcla con su propia fértil imaginación para crear sus mundos inequívocamente personales y a menudo idiosincráticos” (‘Cabalgando hacia el Siglo XXI’ 2004).
Su plástica explora la posibilidad de la luz en un mundo muy real, y muy suyo: no es Colombia, ni tampoco un espacio geográfico, sino solo una ventana abierta desde la distancia y hacia la distancia del espectador – el horizonte de los placeres de la vista, a la manera de decir de Octavio Paz.
a pintura colombiana fue desde el principio de la historia del arte en America Latina una de las cimas ciñeras junto a Cuzco y las escuelas mexicanas. Luces entre las luces. En el siglo veinte, la pintura colombiana sigue los pasos de la gran tradición barroco que se traslada desde el gran Barroco Español, y la escuela Flamenca de Holanda, con nombres como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Eduardo Villamizar, Álvaro Valbuena, o David Manzur. Aunque el cauce de la casualidad que dirige y gobierna en su aura ese rara institución que es el “mundo del arte”, le ha dado la fama y la gloria mundialmente a la figura de Fernando Botero, ello no quiere decir que los otros nombres dejen de ser fecundos e importantes pintores de este siglo.
San Sebastian en ejecucion, 1986 |
Bodegón-1986 |
El fantasma, 1987 |
Serenata, 1989 |
Don Jose Adehaume haciendo el amor, 1991 |
Transverberacion-1984 |
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