CRITICA
por Shifra Goldman
Los dos polos y obsesiones- del arte de Leonel Góngora son la violencia y el sexo. Aquella refleja sus experiencias con la violencia en Colombia, su lugar de origen, durante los años cuarenta y cincuenta y el sexo es la reacción a la represión de una estricta educación católica. (La otra cara del erotismo de Góngora es el anticlericalismo, pues considera a la Iglesia Católica como represora sexual.) Estos dos tipos de represión, ambos de origen social, el artista los ha interiorizado. Su arte se puede ver por una parte como un exorcismo personal de estas fuerzas en su mente y, por otra, como expresión de fenómenos mellizos que interesan a la vida moderna. Al tratar sus propias obsesiones en el arte, se ha convertido en un moralista que erige presencias oscuras para reformarlas o destruirlas en su propio nombre y en el de la sociedad. Es apasionadamente político y, al mismo tiempo, muy personal. No encuentra contradicción entre ambos términos y no está de acuerdo con la actitud marxista que desprecia el subjetivismo. En este sentido, comparte un punto de vista cercano al de la Nueva Izquierda afín al de Herbert Marcuse, quien destacó que:
... las categorías psicológicas se convierten en categorías políticas hasta el punto en que la psique privada, individual, se convierte en un receptáculo más o menos voluntario de las aspiraciones, sentimientos, impulsos y satisfacciones socialmente necesarios y deseables.
En otras palabras, una sigue liberada (y una sexualidad en iguales condiciones) son necesidades políticas en la lucha por lograr una existencia no represiva. Dice Góngora:
El sexo es una manifestación de la inteligencia. La violencia y la represión sexual siempre van juntas. La deformación de lo sexual es para los latinoamericanos una taza de siglos. Hemos vivido reprimidos sexual y políticamente.
Aunque esta afirmación es unos diez años posterior al período que nos interesa, es evidente que el arte de Góngora de principios de los años sesenta la sostuvo durante un tiempo considerable, aunque en forma incipiente. El erotismo, que impregna su arte, tiene como cometido negar toda clase de represión; para Góngora es una fuerza que afirma la vida, que efectivamente hace contrapeso a la destructividad y a la violencia del dogma católico. La mujer, por ende, es cuña de su arte, el tema principal en tomo al cual todo circula.
Texto de Shifra Goldman
Adios Leonel Gongora Yo tengo que encerrarme en mi soledad, con mi oficio, con algo vacío enfrente y entregarme a mis ángeles o demonios, musas o residuos de vida, film que pasa ante mis ojos en mi mente que es una cámara oscura donde todo se queda.... porque no hay sino vida, de la cual no hay que arrepentirse", decía Leonel Góngora para quien nada de lo humano fue ajeno a su arte. Un arte donde quedaron plasmadas dos de sus principales obsesiones -el sexo y la violencia- y las emociones, regocijos y gritos que siempre estuvo empeñado en revelar en lo que él llamó la más humilde de las artes plásticas: el dibujo. Cuadros donde surge el pintor secreto, logrados en Colombia, Italia, México y Estados Unidos. Precisamente allí, en Estados Unidos, durante los últimos años, dictó clases en la Universidad de Massachusetts, pintó una vez más a la mujer desnuda y murió la semana pasada. Ahora se puede repetir lo que sucedió en 1986 cuando ganó el Primer Premio del XXX Salón de Artistas y que Bea triz González resumió, en ese entonces, en esta frase: "Un reconocimiento tardío a las pinturas excéntricas de Leonel Góngora". Tomado de la Revista Cromos No. 4248, julio 5 de 1999 |
Poeta de la línea
Por José Chalarca
Entre las grandes pasiones que mojonaron la vida de Leonel Góngora destaca la que padeció y gozó por el dibujo. Y fue sin duda esa pasión la que lo condujo a ocupar la posición que tiene hoy en la plástica de América Latina.
Porque Góngora es también el más continental de los pintores colombianos, el que ha dejado una impronta más definida en las artes pictóricas de Hispanoamérica y asumido una tarea artística autónoma, que le permitió obtener como resultado una obra de personalidad fuerte, ante la que nadie puede quedarse indiferente.
Su residencia en el exterior pero con la mitad del alma sumergida en la cotidianeidad del país, le permitieron esa visión de nuestra problemática que informa su obra y le da esa entidad particular en la que se conjugan la objetividad, la crítica juiciosa y el sentido estético más exigente.
La mujer fue siempre la constante en la temática de su pintura y solo la abandonó en contadas excepciones. Y es posible aventurar que en el tratamiento que da el maestro a la figura femenina, se ponen de relieve ciertos aspectos de su relación vital con ella, de las situaciones que jalonaron esa relación en las que unas veces es victimario, otras víctima y otras víctima y victimario simultáneamente. La mujer, su esencia, su existencia, su presencia se le apareció siempre como la gran realidad y como el gran enigma y en el empeño por desencriptar su mensaje, por descifrar su lenguaje y querer entenderla, salieron a la luz sus más grandes creaciones.
Y la línea, el dibujo fue sin duda el medio que mejor empleó para cumplir su destino artístico. Góngora hace con la línea lo que su homónimo de la lírica hispánica del ponderado siglo de oro con las palabras y la sintaxis del idioma castellano: poesía.
Leonel Góngora (Cartago, Valle 1932 - Boston 1999). En 1952 partió a Estados Unidos para estudiar en la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Washington en Saint Louis (Missouri). Allí fue discípulo del expresionista alemán Max Beckman y de Werner Drewes, vinculado al grupo de Bauhaus. Se traslada a México en 1960 donde entra en contacto con los pintores inscritos al grupo Nueva Presencia: Pancho Corzas, José Luis Cuevas, Muñoz, Medina, Gironella, Icaza, Sepúlveda y Ortiz: que fomentan el regreso a la pintura de caballete. En 1962 realiza su serie "Los brujos". En 1963 acepta la cátedra de la Universidad de Massachusetts en Amherst. En este mismo año fue invitado por Marta Traba –directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá- a exponer su obra, evento que nunca se repitió, debido a la exclusión que sufriera su obra por sus posiciones políticas libertarias, durante la siguiente y prolongada administración –que aún no culmina- de ese recinto emblemático para el arte colombiano.
En 1967 cuelga en la Galería Sagitario sus Consideraciones sobre el Amor y la Violencia. Posteriormente participa en el salón independiente fundado en la ciudad de México como protesta contra el arte oficial. En 1968 crea el Pintor Secreto, conjunto de piezas fundamental en su búsqueda estética. En 1968 es pionero de los performance en Colombia. En 1969 presenta su obra La Maja semidesnuda en México y su colección Historias en la reconocida galería Boris Mirsky de Boston, donde sus imágenes perturbadoras harían estremecer a la concurrida asistencia.
En 1971 participa en la colectiva surrealista Inner Spaces, Outer Limit junto con Masson, Duchamp, Belmer y Magrite, en la galería Lerner Heller de Nueva York. En 1973 publica sus libros Prisioneros de las pasiones y expone en la galería Springer de Berlín. En este mismo año expone en el prestigioso Palacio de Bellas Artes de México La hipocresía o el gobierno del cuerpo. En el lustro siguiente participa en la III Bienal Internacional de Wissemberg en Alemania y expone en Bogotá, Caracas, Nueva York, México y Bruselas.
Sus Vírgenes perversas comienzan a hacerse famosas entre los círculos artísticos y su estilo caracterizado por sus mujeres esbeltas, felinas y perversas comienza a colonizar el corpus artístico latinoamericano. Publica en Arte Dos Gráfico su colección de serigrafías El sueño en el espejo y Los siete pecados capitalesEdípico Técnica: Tintas sobre papel Tamaño: 27 x 21 cms |
Serie: «Pintor y su modelo» Técnica: Mixta sobre papel Tamaño: 27 x 28cms |
Ecstacy of Francis Leonel Góngora 30" x 22" 1964 Gesso, ink, pencil and wax on paper |
Dialogo (Dialogue) Leonel Góngora 18" x 22" 1992 Pencil, ink, and wax on paper Fuente: http://www.rmichelson.com/Artist_Pages/Gongora/Leonel-Gongora.html |
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